Más allá de confrontaciones improductivas

Algunos profesores de la USAC y de la UFM me llaman mercenario. Algo debo de estar haciendo bien.

Agradezco que el economista Édgar Balsells se tome el tiempo de leerme y de responder a uno de mis artículos, en el cual cuestiono la posición que el Icefi y el Ipnusac mantienen respecto a las reformas de la Ley de Zonas Francas. Voy a responder a algunos de sus argumentos suponiendo que a Édgar le interesa evitar confrontaciones improductivas.

Debo empezar por corregir varias de sus aseveraciones erróneas. Primero, Édgar dice que la reforma busca ampliar los beneficios fiscales existentes. No es cierto. La reforma busca ampliar las actividades no tradicionales que pueden aprovechar los beneficios. La diferencia es importante: no queremos dar incentivos fiscales al banano, al cardamomo o al azúcar, que ya producimos sin necesidad de grandes apoyos del Gobierno. Lo que queremos es empezar a producir juguetes y electrodomésticos a gran escala para generar empleos. Esto es vital para países en desarrollo que aún no llegan a los Q200,000 anuales por persona, como Guatemala: hay evidencia importante que señala que los países necesitan diversificar lo que exportan para crecer y evitar crisis (1 y 2).

Segundo, Édgar asume, sin cuestionar, que ampliar las actividades que pueden aprovechar los incentivos va a reducir los ingresos fiscales en 4,000 millones de quetzales. Pero ¿es eso cierto? ¿Acaso no se fueron ya varias empresas a países vecinos que sí les ofrecen dichos incentivos? ¿Acaso el crecimiento de varias empresas no se ha detenido por falta de dichas reformas? Además, 4,000 millones de gasto tributario implicarían niveles de exportaciones sorprendentes que dudo que estén ocurriendo hoy en día en las zonas francas del país.

Tercero, Édgar intenta pasar por virtud su falta de respuestas concretas. Pero estamos hablando de políticas públicas: él, habiendo estado en la junta directiva del IGSS y en la Junta Monetaria, debería saber que lo importante es tener propuestas. Él dice que no cedamos a la presión de lo urgente, pero ¿acaso los problemas no vienen señalándose desde hace dos años? ¿Acaso no se venía discutiendo desde hacía años la necesidad de la Ley de Zonas Francas porque la Organización Mundial del Comercio lo exigía?

Cuarto, Édgar dice que los incentivos deben ser temporales. ¿Implica eso eliminarles las exenciones fiscales a las universidades privadas y desfasar el subsidio que recibe la USAC? Si Édgar es congruente, debería apoyar eso. Yo lo que creo importante es que los incentivos fiscales respondan a la etapa de desarrollo del país y logren los objetivos deseados. El tiempo es irrelevante cuando hay otros objetivos, como lo muestran distintos países en temas de empleo, de seguridad nacional o relacionados con el mantenimiento de industrias con vínculos esenciales en el resto de la economía.

Quinto, Édgar quiere mejorar el arte de la persuasión en política económica, pero no comprende ideas básicas como la argumentación por reducción al absurdo. La idea se podría resumir así: en temas de política industrial no nos pongamos más papistas que el papa. Promovamos mejoras progresivas en el diseño de políticas en lugar de esperar a que todo sea perfecto. De lo contrario, no haremos nada.

Por último, Édgar se confunde porque, lastimosamente, este no es un concurso de rey feo de la Huelga de Dolores. No se trata de ver quién logra el insulto más fino. Es evidente su comportamiento pasivo-agresivo en cómo es incapaz de escribir bien mi nombre tres veces, en su uso del «don» y en llamarme «académico de marras». Édgar da un paso adicional: cuestiona mi integridad académica al insultarme como lo hizo ya un profesor de la Universidad Francisco Marroquín hace año y medio. ¿Qué tipo de universidades tenemos en Guatemala cuyos profesores solo pueden interpretar el desacuerdo como falta de integridad? Esta no es forma de generar academia, y mucho menos de generar una democracia madura.

Édgar, ojalá estés dispuesto a mantener un diálogo productivo uno de estos días.