Desarrollo, Educación Vocacional e Impuestos

La educación vocacional es un elemento importante en la estructura económica de un país. En los países desarrollados, la educación universitaria llega a estar en el vecindario del 30%, lo cual no significa que solo ese 30% pueda gozar de altos ingresos. La educación técnica resulta ser un elemento importante en el cual, desde la educación secundaria, se generan capacidades valiosas para el sector privado, lo que hace que dicho grupo pueda manejar procesos o maquinaria especializada y así gozar de mejores oportunidades de empleo.

Uno de los ejemplos paradigmáticos de ello es Alemania, que, inspirada en el modelo del aprendiz de los talleres medievales, promueve la educación dual. Es decir, el alumno se expone durante su educación secundaria a comprender los elementos teóricos y prácticos de un oficio técnico. Esta educación para el trabajo, particularmente en sectores prometedores, puede resultar importante para el futuro económico del joven, pues puede exponerlo a nuevos procesos y a nueva maquinaria en sectores en crecimiento. Más aún, a quien salga con habilidades demostradas en trabajos industriales le resulta favorable, pues así evitará trabajos poco productivos como esos en los que muchas veces terminan los jóvenes guatemaltecos que salen de estudiar el bachillerato en ciencias y letras o los que salen como peritos contadores. ¿La razón? Cualquiera con educación secundaria puede atender una tienda o un pequeño negocio familiar. Sin embargo, darle un adecuado mantenimiento a maquinaria especializada no es tan fácil, y mucho menos tener la capacidad de repararla. A ello se agrega que este tipo de educación tiende a fortalecer las habilidades suaves (soft skills), que muchas veces hacen falta en trabajadores jóvenes: la puntualidad, el saber trabajar en equipos, etc.

¿Por qué es necesario impulsar la educación vocacional?

La educación vocacional es el primer eslabón que permite vincular el desarrollo tecnológico de un país con la generación de crecimiento económico. Si bien se puede empezar con el apoyo a ingenieros en el mejoramiento de los procesos industriales, realmente la educación vocacional termina siendo esencial desde el principio, pues son los jóvenes quienes pueden llevar a la práctica las recomendaciones de los ingenieros en el día a día de la fábrica, permitiéndoles así a las empresas empezar a implementar mejoras en sus procesos productivos y en la calidad de sus productos. En el caso de Taiwán, por poner un ejemplo, aún se consideraba en 1985, después de varios años de apoyo serio a la ciencia y a la tecnología, que las inversiones en educación vocacional habían generado los mayores beneficios (Greene, 2008). Claro, una década después, la situación cambiaría y las inversiones en tecnología empezarían a dar sus resultados. El punto es que esta experiencia refuerza la idea de que, para empezar a obtener resultados en la política de ciencia y tecnología, la educación vocacional debe estar en la agenda desde el primer día.

¿Cómo financiar esta propuesta?

Para hacer sostenible este esfuerzo se puede empezar por utilizar la misma estructura del impuesto que actualmente se recauda para el Instituto Técnico de Capacitación y Productividad (Intecap). Se podría cobrar un 1% adicional sobre la planilla, a pagar por los patronos, lo cual implicaría una recaudación equivalente a 350 millones de quetzales, según lo que revisé en la memoria de labores del Intecap. A la par de esto deberán realizarse las reformas necesarias para que la legislación laboral y educativa permita el uso de las distintas figuras que se utilizan de educación dual, las cuales seguramente no coinciden a cabalidad con lo que existe en la normativa actual. Además, dada la desconfianza que existe en el ambiente político, es probable que se necesite empezar poco a poco, probablemente escalonando el impuesto a lo largo de cinco años, así como la aprobación de distintas figuras legales para la educación dual.

¿Quién debería recibir estos recursos?

Es necesario contar con una institucionalidad distinta que permita integrar las necesidades laborales del sector privado. Se podría pensar en un comité con representación del Gobierno, de la academia y del sector privado (de los sectores con mayor dinamismo y capacidad de absorción tecnológica) para tomar decisiones sobre el destino de los recursos, así como la evaluación de la política. Ellos podrían financiar el establecimiento de centros privados de educación vocacional vinculados a dichos sectores económicos (o a nuevos que se deseen atraer al país), así como se podrían generar vínculos con el Intecap y con colegios de educación secundaria del país. A ello habría que agregar incentivos para impulsar a las empresas a mejorar el mantenimiento de sus equipos y las inversiones en tecnología, lo cual estaría vinculado a la propuesta de la columna de hace dos semanas.

P. S.

De cara a los eventos recientes vinculados a la Cicig, será importante que las manifestaciones pacíficas y el rol de las élites del país (en su sentido amplio) se mantengan en proponer alternativas para que la actual crisis se convierta en una oportunidad para mejorar la institucionalidad del país. Hemos visto cómo muchos Gobiernos en América Latina, cuando por sus propias acciones hacen crecer el descontento de la población a los niveles actuales, buscan la censura y la represión. Espero que las autoridades actuales se den cuenta de que esto no es una opción para Guatemala. Lo mismo espero del Ejército y de la Policía, tanto de sus autoridades como de sus integrantes.

Referencias

  • Greene, J. M. (2008). The Origins of the Developmental State in Taiwan: Science Policy and the Quest for Modernization. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press.