¿Guerra comercial o jugada maestra?

¿Está Trump jugando con fuego o abriendo oportunidades?

Este viernes recibí una llamada de Regina Román para participar en Con Criterio. El tema era comprender el pleito comercial sobre acero y aluminio entre China y Estados Unidos. La razón es clara: Trump está preocupado por la reducción de buenos empleos a raíz de la importación de productos chinos (ver un estudio reciente aquí). Dadas las buenas preguntas de Juan Luis Font y de Pedro Trujillo, creo que conviene escribir un poco más al respecto, ya que ello puede tener implicaciones importantes para el crecimiento económico de Guatemala en los próximos años.

La decisión de Trump puede generar tres escenarios, los cuales exploraré brevemente.

Primero, puede ser una jugada maestra. Trump estaría tomando represalias para demandar un trato igualitario de China, algo en lo cual incluso Adam Smith, el padre del libre comercio, estaba de acuerdo (ver sección IV.2.39). Esto no solo puede ser importante para Estados Unidos, sino también para Guatemala. Primero, porque China es uno de los países de mayor crecimiento del mundo, así que hay oportunidades gigantes de exportación. Segundo, porque China está considerando un movimiento de su motor de crecimiento para enfocarse cada vez más en su gigantesco mercado interno. Eso debería implicar un crecimiento importante del consumo del chino promedio y, por ende, más oportunidades de exportación para Estados Unidos y Guatemala. Eliminar esas restricciones sería vital, pero hay que reconocer que para países como Guatemala no es suficiente. No solo por el lío político con Taiwán, sino también porque contamos con poco apoyo institucional para superar las dificultades institucionales y lingüísticas, algo en lo que debe trabajarse.

Segundo, puede que el impacto sea mínimo. Trump no es el primero en ponerse duro en temas de acero o contra China (este resumen de medidas 2001-2010 es ilustrativo). Ya lo hizo George W. Bush, quien en 2002 impuso aranceles al acero importado para removerlos un año después, tras el análisis de que estaba afectando negativamente la economía estadounidense. Además, su administración llevó varios casos contra China ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). Algo similar ocurrió con Obama. ¿Qué ocurrió? También hubo revuelo, miedo, acusaciones. Pero al final el impacto fue temporal y limitado a unos cuantos bienes. Y se logró una negociación para minimizar los efectos en sectores particulares. La jugada actual de sacar a la Unión Europea y a países latinoamericanos del arancel hace que esto sea poco creíble, pues se va a buscar la presión de bloque para lograr el escenario del párrafo anterior. Pero no debe descartarse este escenario.

El tercer escenario es el más complicado de todos porque puede iniciar una guerra comercial en la cual la respuesta sea imponer cada vez más restricciones al comercio, algo que harían otros países, no solo China o Estados Unidos. Todos los economistas se preocupan porque se recuerdan de los aranceles impuestos por la ley Hawley-Smoot, que ayudó a expandir la gran depresión al resto del mundo. En Estados Unidos, el impacto económico se calcula en cerca del 20 % de la depresión. Y se calcula que en Estados Unidos los aranceles botaron las importaciones de otros países en cerca del 10 %. Además, algunos han señalado que estos aranceles, encima del impacto de la gran depresión, llevaron a los resultados económicos negativos que justificaron el fortalecimiento del autoritarismo en países que van de Japón a Alemania. Claro, que esto ocurra por los aranceles de Trump al acero sería una exageración, una falacia del tipo pendiente resbaladiza. Los aranceles al aluminio y al acero no son comparables a todos los productos que sufrieron los aumentos arancelarios de la Hawley-Smoot. Sin embargo, es un escenario que podríamos estar presenciando en el futuro. Aunque quizá es demasiado temprano para decirlo. Es más probable el escenario del párrafo anterior.